Alta Gracia y la Casa del Che Guevara

Como importante puerta de ingreso a Paravachasca, se alza la tradicional ciudad de Alta Gracia, ubicada a 38 km de Córdoba capital. Caminar por el tajamar, remontarnos a los tiempos de pugnas de poder y reminiscencias jesuíticas, visitar la casa en donde vivió Ernesto Che Guevara de niño, son sólo algunas de las maneras de descubrir el encanto que esta ciudad serrana resguarda.

Alta Gracia es el sitio ideal para disfrutar de un agradable descanso, ya en esta localidad se combinan interesantes testimonios culturales con la comodidad de sus instalaciones; es un lugar privilegiado además, por el entorno natural que la rodea. Disfrutar de su prestigiosa Cancha de Golf, de las cabalgatas por los alrededores de la ciudad, de recorridos guiados y caminatas en familia, son sólo algunas de las actividades que los visitantes pueden realizar.

En lo que refiere al plano histórico, esta localidad mantiene una innumerable cantidad de edificaciones y huellas del pasado jesuítico, como la Iglesia principal de la ciudad, la Residencia – hoy museo del Virrey Liniers -, el Tajamar, la Hornilla y los Paredones. Además de las construcciones jesuíticas, entre sus calles, alberga las huellas de la época de oro de los ferrocarriles, con sus casas de chapa y su estación, así como también el chalet en donde vivió el famoso compositor Manuel de Falla, y una multiplicidad de museos y lugares de interés cultural.

Entre estos sitios de relevancia histórica, se destaca el Museo “Casa del Che Guevara”, que resguarda la residencia en donde vivió Ernesto Guevara de niño.

 El niño Teté”

“Teté”, como lo llamaban cariñosamente sus padres, nació el 14 de junio de 1928 en la ciudad de Rosario. En 1932, la familia Guevara tuvo que trasladarse a la ciudad de Alta Gracia por prescripción médica, ya que el pequeño sufría de ataques de asma. Según los profesionales, el clima seco de esta región iba a colaborar en la curación de los bronquios de Ernesto. Hasta los 6 años, Teté no pudo ir a la escuela por razones de salud. Su madre, Celia de la Serna, le enseñó el abecedario y lo hizo tomar contacto con la magia de la lectura, A pesar de su corta edad, el niño demostraba interés por leer libros complejos, de carácter social, alejados de las historietas y los cuentos infantiles.

En Alta Gracia Ernesto cultivó muchos amigos, y gozó de una sana libertad, que tan hondo caló en el espíritu de quien fuera el “Che”, años más tarde. En el museo, a través objetos, recuerdos y fotos, se reconstruye el eco de los pasos de este pequeño, hoy reconocido mundialmente.

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